viernes, 15 de junio de 2018

No somos como todo el mundo

Los argentinos inventamos la rueda cuadrada, que es mucho más fácil de fabricar que la rueda redonda. El resto del mundo usaba ruedas redondas, pero eso es porque eran unos giles, no como nosotros que siempre fuimos unos genios. Después fabricamos en el país un auto con las ruedas cuadradas: el AutoCuad, y cuando no caminaba le echamos la culpa a un sabotaje que nos hizo el resto del mundo, que nos tenía envidia porque siempre hacemos las cosas mejor. Como el AutoCuad no se vendía, los fabricantes locales pidieron al Gobierno que pusiera un impuesto del 30.000% a los autos importados (que tenían ruedas redondas), para defender la industria nacional. En el tiempo que le quedaba libre luego de colgar retratos del Che Guevara y ponerle a las calles el nombre del presidente Kestor Nircher, los funcionarios adoptaron las medidas solicitadas. Otro gobierno, cuando terminó de descolgar los cuadros del Che y cambiar los nombres de las calles por otros como "Las Margaritas", sacó el impuesto pero le dio facilidades a unos chinos para poner una planta automotriz en Tierra del Fuego, donde se armarían autos con piezas traídas de China, salvo las ruedas, que tenían que ser ruedas cuadradas de fabricación nacional. Después volvió a poner el impuesto por presión de los industriales y del SMATA. Como los AutoCuad que fabricaban los chinos en Tierra del Fuego tampoco se vendían, los dueños de la fábrica presionaron al Gobierno (otro) para que les permitieran fabricar una cierta cantidad de autos de ruedas redondas, para exportación. El Gobierno estaba muy ocupado subiendo otra vez cuadros del Che, pero aceptó el acuerdo, con la condición de ponerle un impuesto del 600% a esos autos de ruedas redondas que se exportarían. Los autos no podían ser vendidos en el país. En realidad había excepciones, podían vendérselo a los diputados, senadores, ministros, y sindicalistas, que de todas maneras no estaban interesados porque ya tenían sus BMW, Porsche y Mercedes Benz importados, que compraban sin pagar el impuesto del 30000% a los autos importados gracias a un régimen de promoción especial. Por otra parte, el impuesto a la exportación de AutoCuads los encarecía tanto que nadie afuera los quería. Para preservar la fuente de trabajo de AutoCuad, que se estaba hundiendo, el Gobierno (otro) estatizó la fábrica, con gran escándalo en el Congreso, donde diputados de partidos de izkierda proclamaban que la verdadera solución era convertir a la fábrica en una empresa autogestionada bajo el control de los trabajadores. Luego de estatizarla el Gobierno le puso a la planta el nombre de "General Manzanón", en honor a un ex presidente del que hay mucho para contar. Buscando una solución al problema, el Gobierno (otro) pidió un crédito al Banco Mundial para comprar 500.000 unidades de AutoCuads y entregarlas a los municipios de todo el país para usos varios. Esto produjo un renacer de la alicaída economía fueguina, hecho saludado por diversas notas periodísticas en diarios y TV, que anunciaban el definitivo despegue de la industria nacional. La distribución se hizo llevando los autos en camiones de ruedas redondas - aún quedaban algunos, hecho denunciado por un senador que en sus tiempos se había dedicado a dirigir cine, y que denunciaba el hecho de que todavía hubiera vehículos con ruedas redondas como un caso clarísimo de penetración imperialista. De todos modos, los autos llegaron a los municipios, donde se fueron pudriendo y oxidando en la calle, con el correr del tiempo. Después de algunos años el Gobierno (otro) tuvo la brillante idea de privatizar la AutoCuad de ruedas cuadradas. Se armó un zafarrancho descomunal: marchas, piquetes, clases públicas de las universidades, recitales de varios artistas de corte progre apoyando la lucha de los trabajadores de AutoCuad y contra la entrega del patrimonio nacional por el neoliberalismo. El Gobierno calmó las aguas prometiendo que la planta privatizada llevaría el nombre de "Tías de Plaza Francia". Una empresa de Bielorusia se interesó en la privatización de AutoCuad, con la condición de que le permitieran participar del negocio de la venta de autos importados, y que el gobierno asegurara adquirir al menos 50.000 unidades de AutoCuad al año, para lo cual se gestionaría un crédito especial en la Banca Morgan. Al final la privatización fue aprobada en el Congreso con el pomposo nombre de "Promoción de la industria automotriz", y que incluía algunos cambios respecto del proyecto original del poder ejecutivo, de manera que los parientes y amigos de senadores y diputados podían también gozar de la excepción al impuesto de los autos importados. Igualmente esto provocó una conmoción en los medios, hasta que los legisladores incluyeron a los periodistas y dueños de canales y radios en el régimen de excepción del impuesto a los autos importados y todo se calmó. Mientras tanto los libros escolares, películas, canciones y libros varios habían incorporado la imagen del AutoCuad como un ícono de la argentinidad, como el dulce de leche, el alambre de púa, la sonrisa de Gardel y el gol con la mano de Maradona. Fue así que cuando, en una exposición en la Facultad de Ingeniería de la SUBA un ingeniero disertante propuso la audaz idea de que se dejaran de fabricar los AutoCuad para dedicarse a fabricar vehículos con ruedas redondas como en el resto del mundo, se produjo una batahola, los representantes del Centro de Estudiantes Crónicos lo abuchearon y arrojaron objetos varios, y la noticia llegó rápidamente a los medios. Opinadores profesionales de barba y con cara de mala leche pasaron por el programa "Imbancables" explicando que desde que se inició en el país la fabricación del AutoCuad los accidentes de tránsito habían bajado muchísimo, incluso por debajo de los que se producian en Cuba o Corea del Norte, por ejemplo. Los sindicatos y organizaciones populares organizaron una marcha de repudio masiva, y fue conmovedor ver llegar a los manifestantes desde todos los puntos del país en sus sulkis, diligencias, lomo de caballo o directamente a pie.

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