martes, 7 de febrero de 2017

No hay espinas sin roscas

La historia viene así: José ama la jardinería, y es especialmente aficionado a las rosas. Crea un grupo de Facebook llamado "Amo las rosas". Algunos de sus conocidos se unen al grupo, otros que encuentran el grupo al buscar "rosas" en Facebook también solicitan unirse. Por un tiempo, el grupo funciona maravillosamente; consejos para combatir las plagas de los rosales, fertilizantes, formar de mejorar el suelo. Todos postean las fotos de sus mejores plantas. Alguno comparte un artículo que encontró en internet acerca la historia de las rosas de jardín. El grupo no tiene muchas reglas porque, entre gente razonable, se entiende que un grupo llamado "Amo las rosas" está para hablar sobre las rosas e intercambiar información relacionada con ellas. Un día, un nuevo adherente al que llamaremos "Karlos", solicita unirse al grupo y José, ingenuamente, sin dudar lo acepta. Ni siquiera se le ocurre verificar su perfil, donde podría ver que no hay ni una sola foto de rosas ni nada que lo relacione con el tema. Un día cualquiera Karlos postea en el muro del grupo una consigna, o la invitación a una protesta contra (o a favor) del gobierno del momento. José amablemente le sugiere que no postee más ese tipo de mensajes, porque el objetivo del grupo es otro. Entonces Karlos sube la apuesta, y el tono, y lo acusa a José de esto y de lo otro, y le pregunta si en el grupo sólo se admite gente que piense igual que José, y si le parece bien apoyar a este gobierno antipueblo, (o no apoyar a este gobierno propueblo, para el caso). Pasan los días y algunos miembros del grupo que se unieron hace tiempo y hasta ese momento aparecían extrañamente silenciosos se unen a Karlos en su empeño de convertir al grupo en un reñidero político. Incluso alguno de los miembros originales del grupo se suben a la embestida. Los miembros del grupo que están en él por su interés en las rosas recriminan a Karlos y sus seguidores y les piden que, si están tan interesados en esos temas políticos, pueden crear un grupo especial de Facebook para discutir esos temas. La respuesta, la sabemos: más agravios, insultos, acusaciones, exigencia de respetar las diferencia políticas, etc. En este ambiente contaminado la actividad del grupo va cayendo; los aficionados a las rosas se desvinculan o dejan de seguirlo. Un día, finalmente, el creador del grupo lo da de baja. Victoria final de Karlos y los suyos, que alcanzaron su objetivo: destruir al grupo de aficionados a las rosas para que no haya otros grupos, otros intereses, otros temas, que los grupos, intereses y temas políticos que ellos pretenden imponer. Todo lo demás debe ser destruido, tierra arrasada. Porque la mentalidad fascista, totalitaria, es así: no debe haber nada en una sociedad que no sea seguir ciegamente al jefe (o la jefa). Y para el fascista criollo las rosas son cosa de putos, aunque se declare respetuoso de la diversidad de género. En cambio el facho argentino tiene al fútbol para todos, al Diego, a Marcelo Tinelli y al Papa Francisco.