miércoles, 22 de marzo de 2017

La maestra, esa segunda madre

Fue en ...¿1966? Yo estaba en tercer grado - en realidad, en segundo, porque en esa época, merced a uno más entre los muchos e inservibles cambios en la educación, había un primer grado inferior, primer grado superior, segundo grado, y así hasta terminar la primaria en sexto grado.

Por aquel entonces papá ya estaba jubilado y nada bien de salud, pero igual trabajaba como sereno en una fábrica; mamá, luego de atender a todas las tareas de la casa durante el día, se quedaba hasta las dos o tres de la mañana con su trabajo de modista, sacrificios adicionales que permitían arrimar unos pesos más a la famélica economía familiar.

Para alguna de las fiestas escolares (supongo que en Octubre, para esa celebración que entonces se llamaba "el Día de la Raza") las maestras prepararon una representación en la que bailaríamos vestidos como collas. En la correspondiente reunión previa, informaron a las madres que tendrían que tejer el típico gorro del altiplano, y así mamá se iba quedando cada noche, durante una semana, una media hora más trabajando en el tejido, que quedó precioso.

El día del acto escolar, cuando estábamos a punto de subir al escenario, se acercó a mí una maestra (la llamaremos la "señorita M", aunque estaba casada) llevando a remolque de la mano a una alumna suya que iba con la cabeza descubierta.

La señorita M se acercó a mí al tiempo que le decía a su alumna "este chico te puede prestar el gorro" y sin pedir permiso siquiera me lo quitó y se lo encasquetó a su protegida.  Mamá vio la maniobra y se dirigió como un misil a la señorita M: "¿Qué está haciendo?". La señorita M, con el gesto despectivo que adoptaba hacia los padres de alumnos pobres de dinero e instrucción, se encrespó y le dijo: "van a subir al escenario en dos grupos, cuando baje esta chica le devuelve el gorro a su hijo".

Minutos después subimos al escenario, todos en un solo grupo como era de prever, con lo que yo era el único entre los veinte del escenario que no tenía su gorro correspondiente. Mamá observó el número folklórico como una olla a presión a punto de estallar, mientras escuchaba a su alrededor comentarios como "Mire, ese nene no tiene el gorrito" - "ah, sí, pobrecito. Y sí, hay padres que no se ocupan... qué cosa".

Terminado el baile mamá abordó a la señorita M con toda la artillería del destructor Bismarck lista para lanzar una andanada destructora. La maestra escuchó la metralla con el habitual gesto despectivo, para al final espetarle un: "Usted, señora, ¡Tiene que aprender a compartir con los que menos tienen!"

Yo no podía saberlo entonces pero allí, ante mis ojos, en la figura de esa maestra de clase media que le sacaba algo a un pobre para dárselo a otro todavía más pobre que la halagaba y seguía a todas partes, estaba naciendo el kirchnerismo.