viernes, 22 de junio de 2018

El fútbol es todo lo que está mal

Yo tendría seis o siete años, y ya me daba cuenta de que nunca iba a hacer buenas migas con el fútbol.  Pasaba caminando cerca de donde estaban jugando los chicos del barrio, que al verme pasar me gritaban "maricón" y me tiraban una piedra o un pedazo de madera para reírse al verme salir corriendo asustado, y que a veces incluso me seguían entre gritos burlones, para alargar un poco más la diversión. Esa fue mi primera imagen del fútbol, y es más o menos la que conservo hoy en día, con agravantes.

Me gustara o no, el fútbol era parte del paisaje en el que crecí; los viejos sentados en la vereda con la radio Spica los domingos a la tarde, las pilas de manoseadas revistas "El Gráfico" en la peluquería, papá y mi hermano pegados al televisor mirando a unos tipos que corrían detrás de una pelota, que a mí me parecían - me siguen pareciendo - siempre los mismos haciendo las mismas cosas durante medio siglo.  Todo insulso, monótono, aburrido y sin interés.

También hace más de medio siglo que se escucha, cada lunes, luego de un tiroteo en una o más canchas, con o sin muertos, la repetida afirmación de que "esto no es el fútbol", "esto desvirtúa el espíritu del fútbol". Y a lo mejor, si hace tanto tiempo que se están masacrando los fines de semana, y si jugadores y dirigentes aparecen pegoteados con la violencia, y si eso nunca se pudo cambiar, a lo mejor, digo, resulta que eso SÍ que es el espíritu del fútbol. Si no es así, ¿De qué hablan cuando dicen "el espíritu del fútbol"? ¿De los caballerosos ingleses del ferrocarril que armaban sus equipitos amateur allá por el 1890? Esa gente ya está muerta, sepultada, hecha polvo, olvidada, y odiada hasta el día de hoy por ser ingleses.

Alguna vez traté de hacer surgir en mí el interés por el fútbol, porque a pesar de todo uno vive en sociedad y hay gente, mucha gente, que no parece tener otro tema de conversación, gente a la que no se le puede decir "no avancen con el trabajo si no tienen nuestra aprobación" porque no entiende, y hay que decirle "no podés estar en offside".  O gente a la que no se le puede decir "es la última oportunidad que les damos" sino  "por esto te sacamos tarjeta amarilla".  Pero fue inútil, fue forzar algo que no me salía si no era con una gran dedicación, y el fruto de tanto esfuerzo fue vano.

El fútbol es la barra brava subiendo a un tren o a un colectivo y amedrentando a los pasajeros. 

El fútbol es la barra brava que viaja en avión siguiendo a su equipo, fumando marihuana y molestando a las azafatas, arruinando los nervios de los demás pasajeros.

El fútbol es ese señor millonario que conocí personalmente, versión actualizada del traficante de esclavos, que se juntó con unos amigos para recorrer villas miseria y ver a los chicos jugando al fútbol, tratando de descubrir algún talento prometedor para ubicar a los padres y hacerle firmar un contrato leonino pensando venderlo a España o Francia, al tiempo que los concentraba en una casa quinta alquilada al efecto (para lo cual, obviamente, los chicos abandonaban la escuela) donde los hacían entrenar todo el tiempo y les daban de comer arroz con aceite.

El fútbol es ese otro señor que conocí, fanático de un equipo de primera división, que allá por los 90, cuando su club fue a jugar un amistoso a Osaka se fue hasta Japón, 24 horas de vuelo (en el mismo avión que los jugadores), se alojó en el mismo hotel, fue de ahí a la cancha a ver el partido, de la cancha al hotel, del hotel a aeropuerto (para tomar el mismo avión en el que volvía el plantel). Viajar hasta Japón para ver un partido y seguir a un equipo, sin siquiera salir un rato a caminar para conocer el lugar.

El fútbol es ese jugador de San Lorenzo que se ahorcó a los 22 años, víctima de una depresión; y el fútbol es la hinchada rival que en el partido siguiente se burló de San Lorenzo con un muñeco de trapo colgando de una soga que le rodeaba el cuello.

El fútbol es inculto, es Maradona con el cerebro quemado por la droga, es Messi que se expresa en 80 palabras.

El fútbol es machista, homofóbico (o sea homosexualidad reprimida y nunca asumida), violencia, incultura, racismo.

Las dictaduras han perseguido religiones, ideologías, culturas, pero ninguna dictadura prohibió al fútbol.  Más aún, las dictaduras, del signo que fueran, han hecho del fútbol una herramienta de poder y dominación (Argentina 78...), y por eso los gobiernos populistas lo promueven y lo llenan de dinero, de nuestro dinero, del que pagamos con el IVA del paquete de polenta o el sachet de leche, para hacer más ricos a unos jugadores y dirigentes que ya son multimillonarios.

El fútbol es todo lo que está mal.

viernes, 15 de junio de 2018

No somos como todo el mundo

Los argentinos inventamos la rueda cuadrada, que es mucho más fácil de fabricar que la rueda redonda. El resto del mundo usaba ruedas redondas, pero eso es porque eran unos giles, no como nosotros que siempre fuimos unos genios. Después fabricamos en el país un auto con las ruedas cuadradas: el AutoCuad, y cuando no caminaba le echamos la culpa a un sabotaje que nos hizo el resto del mundo, que nos tenía envidia porque siempre hacemos las cosas mejor. Como el AutoCuad no se vendía, los fabricantes locales pidieron al Gobierno que pusiera un impuesto del 30.000% a los autos importados (que tenían ruedas redondas), para defender la industria nacional. En el tiempo que le quedaba libre luego de colgar retratos del Che Guevara y ponerle a las calles el nombre del presidente Kestor Nircher, los funcionarios adoptaron las medidas solicitadas. Otro gobierno, cuando terminó de descolgar los cuadros del Che y cambiar los nombres de las calles por otros como "Las Margaritas", sacó el impuesto pero le dio facilidades a unos chinos para poner una planta automotriz en Tierra del Fuego, donde se armarían autos con piezas traídas de China, salvo las ruedas, que tenían que ser ruedas cuadradas de fabricación nacional. Después volvió a poner el impuesto por presión de los industriales y del SMATA. Como los AutoCuad que fabricaban los chinos en Tierra del Fuego tampoco se vendían, los dueños de la fábrica presionaron al Gobierno (otro) para que les permitieran fabricar una cierta cantidad de autos de ruedas redondas, para exportación. El Gobierno estaba muy ocupado subiendo otra vez cuadros del Che, pero aceptó el acuerdo, con la condición de ponerle un impuesto del 600% a esos autos de ruedas redondas que se exportarían. Los autos no podían ser vendidos en el país. En realidad había excepciones, podían vendérselo a los diputados, senadores, ministros, y sindicalistas, que de todas maneras no estaban interesados porque ya tenían sus BMW, Porsche y Mercedes Benz importados, que compraban sin pagar el impuesto del 30000% a los autos importados gracias a un régimen de promoción especial. Por otra parte, el impuesto a la exportación de AutoCuads los encarecía tanto que nadie afuera los quería. Para preservar la fuente de trabajo de AutoCuad, que se estaba hundiendo, el Gobierno (otro) estatizó la fábrica, con gran escándalo en el Congreso, donde diputados de partidos de izkierda proclamaban que la verdadera solución era convertir a la fábrica en una empresa autogestionada bajo el control de los trabajadores. Luego de estatizarla el Gobierno le puso a la planta el nombre de "General Manzanón", en honor a un ex presidente del que hay mucho para contar. Buscando una solución al problema, el Gobierno (otro) pidió un crédito al Banco Mundial para comprar 500.000 unidades de AutoCuads y entregarlas a los municipios de todo el país para usos varios. Esto produjo un renacer de la alicaída economía fueguina, hecho saludado por diversas notas periodísticas en diarios y TV, que anunciaban el definitivo despegue de la industria nacional. La distribución se hizo llevando los autos en camiones de ruedas redondas - aún quedaban algunos, hecho denunciado por un senador que en sus tiempos se había dedicado a dirigir cine, y que denunciaba el hecho de que todavía hubiera vehículos con ruedas redondas como un caso clarísimo de penetración imperialista. De todos modos, los autos llegaron a los municipios, donde se fueron pudriendo y oxidando en la calle, con el correr del tiempo. Después de algunos años el Gobierno (otro) tuvo la brillante idea de privatizar la AutoCuad de ruedas cuadradas. Se armó un zafarrancho descomunal: marchas, piquetes, clases públicas de las universidades, recitales de varios artistas de corte progre apoyando la lucha de los trabajadores de AutoCuad y contra la entrega del patrimonio nacional por el neoliberalismo. El Gobierno calmó las aguas prometiendo que la planta privatizada llevaría el nombre de "Tías de Plaza Francia". Una empresa de Bielorusia se interesó en la privatización de AutoCuad, con la condición de que le permitieran participar del negocio de la venta de autos importados, y que el gobierno asegurara adquirir al menos 50.000 unidades de AutoCuad al año, para lo cual se gestionaría un crédito especial en la Banca Morgan. Al final la privatización fue aprobada en el Congreso con el pomposo nombre de "Promoción de la industria automotriz", y que incluía algunos cambios respecto del proyecto original del poder ejecutivo, de manera que los parientes y amigos de senadores y diputados podían también gozar de la excepción al impuesto de los autos importados. Igualmente esto provocó una conmoción en los medios, hasta que los legisladores incluyeron a los periodistas y dueños de canales y radios en el régimen de excepción del impuesto a los autos importados y todo se calmó. Mientras tanto los libros escolares, películas, canciones y libros varios habían incorporado la imagen del AutoCuad como un ícono de la argentinidad, como el dulce de leche, el alambre de púa, la sonrisa de Gardel y el gol con la mano de Maradona. Fue así que cuando, en una exposición en la Facultad de Ingeniería de la SUBA un ingeniero disertante propuso la audaz idea de que se dejaran de fabricar los AutoCuad para dedicarse a fabricar vehículos con ruedas redondas como en el resto del mundo, se produjo una batahola, los representantes del Centro de Estudiantes Crónicos lo abuchearon y arrojaron objetos varios, y la noticia llegó rápidamente a los medios. Opinadores profesionales de barba y con cara de mala leche pasaron por el programa "Imbancables" explicando que desde que se inició en el país la fabricación del AutoCuad los accidentes de tránsito habían bajado muchísimo, incluso por debajo de los que se producian en Cuba o Corea del Norte, por ejemplo. Los sindicatos y organizaciones populares organizaron una marcha de repudio masiva, y fue conmovedor ver llegar a los manifestantes desde todos los puntos del país en sus sulkis, diligencias, lomo de caballo o directamente a pie.

lunes, 11 de junio de 2018

Cómo extraño a la cigüeña...

Allá por los 80, cuando yo militaba en la conducción nacional de la Acción Católica, había comenzado la moda de escribir graffitis en las paredes, y todavía trataban de mostrar cierto ingenio ("Volveré y seré sillones - Luis XV").  En una pausa para el café durante una reunión institucional comenzamos a comentar los graffitis que habíamos visto recientemente, y el padre Raúl, nuestro asesor, un cura brillante con una extensa cultura, que había leído con la misma dedicación y entusiasmo a San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Camus, Sartre o Karl Popper, comentó: "Hoy vi un graffiti buenísimo, decía - No al aborto, coja por el orto - ".  Dejo a la imaginación del que lea esto representarse la cara de espanto de las piadosas damas y de más de un piadoso caballero presentes.

En cuanto al que lea esto, bueno, en principio lo estoy escribiendo para mí. Algunos amigos y no amigos lo leerán, con variado efecto.

La postura de la Iglesia sobre temas relacionados con el sexo es más o menos conocida: El sexo está destinado a la procreación, y por lo tanto sólo es lícito entre personas de distinto sexo dentro del vínculo matrimonial. Todo lo relacionado con el sexo está revestido de un aura temible y debe ser respetado.  Cualquier práctica que obstaculice o complique la fecundación o el término del embarazo está descartada desde el vamos. Los componentes orgánicos que intervienen en la procreación tienen la misma entidad: derramar el semen del hombre fuera del acto sexual lícito (=matrimonio) es un acto desordenado y pecaminoso.  He llegado a leer en un texto ("Teología Moral para Seglares" de Fray Antonio Royo Marín, un muy prestigioso teólogo español del siglo XX) que en el caso de que se necesitara hacer un estudio del semen de un paciente para determinar su fertilidad o infertilidad, no es lícito obtener el semen a través de la masturbación o recogiéndolo en un preservativo durante el acto sexual; se recomienda en cambio que el médico u otro profesional obtenga la muestra por medio de una punción de los testículos.

Argumentos como éste debería colocar a la Iglesia, desde el vamos, fuera de cualquier debate.  Vemos que no es así.

Conviene hacer notar que las posturas sobre la sexualidad y la procreación son compartidas dentro de la Iglesia tanto por los sectores supuestamente más conservadores como por los grupos "progresistas" que están en su momento cumbre con el argentino Bergoglio sentado en la cátedra de Pedro.  Personalmente creo que los clérigos progresistas han renunciado a la pompa y la solemnidad litúrgica para adoptar un aire canchero y de barrio, pero que conservan un hambre de poder digno de los papas Borgia o Médicis del siglo XVI.  Para los católicos conservadores, el aborto es parte de una conspiración comunista; para los católicos progresistas, el aborto es una imposición del FMI (así precisamente lo ha expresado uno de sus mayores referentes, el padre Pepe, cura villero).

Reconozco que tantos años de militancia y práctica católica han dejado en mí una huella, y por lo tanto para mí sigue siendo esencial saber si el niño no nacido es una persona o no, o al menos en qué momento podemos considerar que es una persona.  Es un interrogante que no está cerrado ni mucho menos, pero esto que para mí es crucial en la determinación de la licitud o ilicitud del aborto bajo ciertas circunstancias, no tiene la menor relevancia para otras personas.

En estos días el debate (por llamarlo de alguna manera) por el aborto está  en su punto más caliente. No voy a hablar del debate en sí, pero he sacado de él algunos datos interesantes.  Para algunos, si no hubo nacimiento no hay persona.  Por lo tanto, es perfectamente lícito, mientras no se haya iniciado el trabajo de parto (incluso dos o tres días antes), hacer una cesárea, extraer el feto e inyectarle un droga para inducir el paro cardíaco.  En lo personal, para mí estaríamos ante un homicidio, pero la postura más progre decanta para ese lado.  Tengo un íntimo sentimiento de que muchas personas (particularmente ciertas feministas)  están a favor del aborto incluso en las condiciones que menciono, porque en el fondo sienten una repulsión invencible por la idea de gestación, nacimiento, maternidad en definitiva.

Desde luego, a diferencia de lo que predica la Iglesia, no creo que haya una vida humana cuando lo que hay es un conjunto de células no diferenciadas multiplicándose, no hay sistema nervioso, en especial cerebro, y por lo tanto forma de experimentar dolor o angustia.  Y hasta ahí no tengo entonces problema con la interrupción de la gestación.  O sea que para mí hay un punto hasta donde sería lícito interrumpir un embarazo y un punto a partir del cual ya no lo sería.  Por momentos creo ser el único al que le importa esto, porque para los anti-aborto la interrupción del embarazo no es lícita jamás, mientras que para los pro-aborto pareciera que la interrupción del embarazo es lícita siempre, porque lo que importa no es si el no nacido es una persona, sino la mujer y su derecho a usar de su cuerpo y su libertad, o el hecho de que el aborto es una cuestión de salud pública, u otros argumentos de nivel parecido.

Cómo suele pasar en situaciones de este tipo, el seudo debate sobre un tema central incluido en una ley, sirve para opacar otros aspectos de la ley que pueden ser horrorosos.  Algo así como lo que pasó con la última reforma de la constitución para incluir la reelección presidencial, que se convirtió en un debate entre los pro-menem y los anti-menem, y nos dejó una constitución que es un mamarracho en todo lo demás. Menem va a estar muerto y sepultado y los argentinos vamos a seguir lidiando con las taras de esa espantosa reforma. 

Con la ley del aborto que se está discutiendo pasa algo parecido.  Dos años de cárcel para el médico que se niegue a practicar un aborto (me imagino que esta cláusula del código penal sí será aplicada rigurosamente por los jueces, sin fianzas, salidas transitorias ni nada por el estilo).  Da la impresión de que la ley no sólo busca legalizar el aborto, sino de paso caer con todo el peso posible del castigo sobre los que no estén de acuerdo con ella. No cuesta nada pensar en que los médicos que no estén dispuestos a realizar un aborto se inscriban en un registro, de manera de asegurarse que todo centro de salud cuente con alguno que sí está dispuesto a hacerlo.  Pero en general la izquierda está más predispuesta a usar la cárcel como castigo a la disidencia ideológica que como castigo al que para robar un celular le mete un tiro en la cabeza al que está esperando el colectivo.

Necesitaba escribir esto, no aporta nada, pero me vino bien escribirlo.  Y fundamentalmente reconoceré que puedo estar equivocado en lo que creo. Y esto último no se escuchó mucho últimamente.