Allá por los 80, cuando yo militaba en la conducción nacional de la Acción Católica, había comenzado la moda de escribir graffitis en las paredes, y todavía trataban de mostrar cierto ingenio ("Volveré y seré sillones - Luis XV"). En una pausa para el café durante una reunión institucional comenzamos a comentar los graffitis que habíamos visto recientemente, y el padre Raúl, nuestro asesor, un cura brillante con una extensa cultura, que había leído con la misma dedicación y entusiasmo a San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Camus, Sartre o Karl Popper, comentó: "Hoy vi un graffiti buenísimo, decía - No al aborto, coja por el orto - ". Dejo a la imaginación del que lea esto representarse la cara de espanto de las piadosas damas y de más de un piadoso caballero presentes.
En cuanto al que lea esto, bueno, en principio lo estoy escribiendo para mí. Algunos amigos y no amigos lo leerán, con variado efecto.
La postura de la Iglesia sobre temas relacionados con el sexo es más o menos conocida: El sexo está destinado a la procreación, y por lo tanto sólo es lícito entre personas de distinto sexo dentro del vínculo matrimonial. Todo lo relacionado con el sexo está revestido de un aura temible y debe ser respetado. Cualquier práctica que obstaculice o complique la fecundación o el término del embarazo está descartada desde el vamos. Los componentes orgánicos que intervienen en la procreación tienen la misma entidad: derramar el semen del hombre fuera del acto sexual lícito (=matrimonio) es un acto desordenado y pecaminoso. He llegado a leer en un texto ("Teología Moral para Seglares" de Fray Antonio Royo Marín, un muy prestigioso teólogo español del siglo XX) que en el caso de que se necesitara hacer un estudio del semen de un paciente para determinar su fertilidad o infertilidad, no es lícito obtener el semen a través de la masturbación o recogiéndolo en un preservativo durante el acto sexual; se recomienda en cambio que el médico u otro profesional obtenga la muestra por medio de una punción de los testículos.
Argumentos como éste debería colocar a la Iglesia, desde el vamos, fuera de cualquier debate. Vemos que no es así.
Conviene hacer notar que las posturas sobre la sexualidad y la procreación son compartidas dentro de la Iglesia tanto por los sectores supuestamente más conservadores como por los grupos "progresistas" que están en su momento cumbre con el argentino Bergoglio sentado en la cátedra de Pedro. Personalmente creo que los clérigos progresistas han renunciado a la pompa y la solemnidad litúrgica para adoptar un aire canchero y de barrio, pero que conservan un hambre de poder digno de los papas Borgia o Médicis del siglo XVI. Para los católicos conservadores, el aborto es parte de una conspiración comunista; para los católicos progresistas, el aborto es una imposición del FMI (así precisamente lo ha expresado uno de sus mayores referentes, el padre Pepe, cura villero).
Reconozco que tantos años de militancia y práctica católica han dejado en mí una huella, y por lo tanto para mí sigue siendo esencial saber si el niño no nacido es una persona o no, o al menos en qué momento podemos considerar que es una persona. Es un interrogante que no está cerrado ni mucho menos, pero esto que para mí es crucial en la determinación de la licitud o ilicitud del aborto bajo ciertas circunstancias, no tiene la menor relevancia para otras personas.
En estos días el debate (por llamarlo de alguna manera) por el aborto está en su punto más caliente. No voy a hablar del debate en sí, pero he sacado de él algunos datos interesantes. Para algunos, si no hubo nacimiento no hay persona. Por lo tanto, es perfectamente lícito, mientras no se haya iniciado el trabajo de parto (incluso dos o tres días antes), hacer una cesárea, extraer el feto e inyectarle un droga para inducir el paro cardíaco. En lo personal, para mí estaríamos ante un homicidio, pero la postura más progre decanta para ese lado. Tengo un íntimo sentimiento de que muchas personas (particularmente ciertas feministas) están a favor del aborto incluso en las condiciones que menciono, porque en el fondo sienten una repulsión invencible por la idea de gestación, nacimiento, maternidad en definitiva.
Desde luego, a diferencia de lo que predica la Iglesia, no creo que haya una vida humana cuando lo que hay es un conjunto de células no diferenciadas multiplicándose, no hay sistema nervioso, en especial cerebro, y por lo tanto forma de experimentar dolor o angustia. Y hasta ahí no tengo entonces problema con la interrupción de la gestación. O sea que para mí hay un punto hasta donde sería lícito interrumpir un embarazo y un punto a partir del cual ya no lo sería. Por momentos creo ser el único al que le importa esto, porque para los anti-aborto la interrupción del embarazo no es lícita jamás, mientras que para los pro-aborto pareciera que la interrupción del embarazo es lícita siempre, porque lo que importa no es si el no nacido es una persona, sino la mujer y su derecho a usar de su cuerpo y su libertad, o el hecho de que el aborto es una cuestión de salud pública, u otros argumentos de nivel parecido.
Cómo suele pasar en situaciones de este tipo, el seudo debate sobre un tema central incluido en una ley, sirve para opacar otros aspectos de la ley que pueden ser horrorosos. Algo así como lo que pasó con la última reforma de la constitución para incluir la reelección presidencial, que se convirtió en un debate entre los pro-menem y los anti-menem, y nos dejó una constitución que es un mamarracho en todo lo demás. Menem va a estar muerto y sepultado y los argentinos vamos a seguir lidiando con las taras de esa espantosa reforma.
Con la ley del aborto que se está discutiendo pasa algo parecido. Dos años de cárcel para el médico que se niegue a practicar un aborto (me imagino que esta cláusula del código penal sí será aplicada rigurosamente por los jueces, sin fianzas, salidas transitorias ni nada por el estilo). Da la impresión de que la ley no sólo busca legalizar el aborto, sino de paso caer con todo el peso posible del castigo sobre los que no estén de acuerdo con ella. No cuesta nada pensar en que los médicos que no estén dispuestos a realizar un aborto se inscriban en un registro, de manera de asegurarse que todo centro de salud cuente con alguno que sí está dispuesto a hacerlo. Pero en general la izquierda está más predispuesta a usar la cárcel como castigo a la disidencia ideológica que como castigo al que para robar un celular le mete un tiro en la cabeza al que está esperando el colectivo.
Necesitaba escribir esto, no aporta nada, pero me vino bien escribirlo. Y fundamentalmente reconoceré que puedo estar equivocado en lo que creo. Y esto último no se escuchó mucho últimamente.
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