miércoles, 3 de enero de 2018

Ferr-Guas y Guat-Jan

Crecí en un barrio que era casi campo, donde disfrutaba de sencillos placeres como poder jugar en la calle hasta la noche en verano, o sentarme en la vereda con papá a saludar a los vecinos que pasaban de vuelta del trabajo. Tranquilo y apacible como era, resultaba también un mundo un tanto pobre, no solo desde lo material sino desde lo espiritual y lo intelectual.

Ignoro por qué a papá se le habrá ocurrido comprar esa enciclopedia en fascículos impresa en España, pero cada semana el vendedor de diarios pasaba por casa y nos dejaba el ejemplar correspondiente.  Todavía creo que los estoy viendo, con las letras del título negras y azules (Monitor, diccionario enciclopédico) y en la parte inferior de la portada el nombre de la editorial Salvat.  Al completarse un tomo comprábamos las tapas, pero nunca llegué a encuadernarlos, tal vez porque no sabíamos dónde encargar ese trabajo, o tal vez por desidia.

Los tomos llevaban en el lomo dos sílabas, que representaban la primera sílaba del primer y del último vocablos o tema que contenía. Recuerdo el primer tomo "A-Astra" y otros como "Ferr-Guas" o "Guat-Jan".  Los fascículos en offset tenían buenas ilustraciones, para lo que permitía la técnica de impresión de la época.

Esa modesta publicación abrió, como en los cuentos, una puerta a otros mundos, una puerta por la que escapé, a mis once años. de la módica realidad cotidiana que me rodeaba.  En sus páginas supe de la existencia de un mineral llamado Rejalgar (un sulfuro de arsénico) pero en la misma página aparecía una foto de las rejas que hizo Gaudí para la entrada del parque Güell, en Barcelona.  En la página dedicada a "metafísica" se veía una reproducción de "Las musas inquietantes" de Giorgio de Chirico, que me hipnotizó entonces y sigue embrujándome hoy.  No estaba muy clara en el texto la relación de esa obra con la metafísica, hasta que años después supe que ese pintor calificaba sus obras como "scuola metafísica".

En la enciclopedia convivían en fascinante mescolanza los glifos de los dieciocho meses del calendario lunar maya con las pinturas surrealistas de René Magritte; o una entrada sobre Oscar Wilde que entre otras cosas decía "...su formación quedó trunca por la homosexualidad...". Lo que me costó entender eso entonces, a esa edad, y en aquellos años cuando la palabra ni se nombraba ...

Las obras de Velázquez, las cumbres del Himalaya o de los Montes Altai, el expresionismo alemán, los cuadros de Edward Munch (me impresionó especialmente "Calle Karl Johans al atardecer" con su fila de espectrales paseantes), las guerras napoleónicas o los templos de la cultura khmer, el dadaísmo, las obras del Museo del Prado o los tesoros del British Museum, todo vino a llenar de variedad, de emoción y de interés a aquel pequeño mundo de mis once años, en ese pequeño lugar donde me crié.

Con los años, las enciclopedias se fueron perdiendo y terminaron sin duda en ese olvido al que condenamos a muchos objetos.  Pero la puerta que abrieron, esa no se cerró jamás. Gracias, Monitor.