martes, 12 de enero de 2016

Las manos quietas

Mamá descansaba con las manos cruzadas, frías, ya muy poquita cosa gastada por los años. Mecha miró las manos, meneó la cabeza y me dijo "¡Lo que han trabajado estas manos!". Y yo me quedé pensando ... pensando.
Las manos de las que nos agarramos para llegar al mundo y comenzar a andar por él se están yendo. Murió mamá, (papa nos había dejado muchos años antes...) murieron casi todas las tías y los tíos, vecinas y vecinos: Martín y Eugenia, Irma y el Negro, doña María, Angelita, nos dejaron las abuelas de los chicos de al lado: la abuela Antonia y la abuela Guegá, la mamá de Alicia... Se fue toda esa gente que parecía que iba a estar siempre, porque había estado siempre; Isabel Bonfiglio, don Francisco García, siempre apuesto y bien plantado hasta el final, Isabel, su esposa, y no seguiré ya con la lista interminable.
Como un ejército que avanza en filas, la fila de adelante está diezmada; delante nuestro no queda casi nadie, sólo hay gente a los lados y detrás nuestro.  Y se fueron así esas manos que tanto hicieron; las manos de mamá que cambiaron nuestros pañales, nos secaron las lágrimas, prepararon la merienda y nos tocaron la frente para sentir la fiebre; las manos de papá que emparcharon la cámara de la bici, nos armaron el primer barrilete, cambiaron los cueritos de las canillas mientras nosotros mirábamos con asombro esa rara destreza.  Fueron las manos que trajeron el pan a la mesa, cosieron botones, pintaron una silla, cortaron unas flores; firmaron boletines y nos sostuvieron mientras aprendíamos a andar en bicicleta. Y también las manos grandes y fuertes de los tíos, vecinos, amigos de la familia, toda esa gente que formaba una red que nos abrigaba y protegía, y que tomaban nuestras manitas para ayudarnos a cruzar la calle y guiarnos entre los peligros del tránsito.
Las manos ya se han ido, pero en el recuerdo florecen como en un renacimiento; estamos aquí y somos lo que somos, por lo que han hecho por nosotros esas manos amadas que nunca olvidaremos y que, como corresponde, se merecen como homenaje el aplauso de las nuestras.